Todos los antepasados de Pacífico Pérez guardan guerras dentro. Guerras de las que vieron, guerras de las que vivieron y guerras de las que sintieron. Guerras que, como si del ADN se tratara, han ido pasando de generación en generación; la civil, la africana, la carlista... de sangre en sangre. Guerras que a Pacífico le han dado siempre guerra; desde que Miguel Delibes le escribió y le puso un nombre al que lleva, desde 1975, tratando de hacer honor en los libros y desde 1989, con ayuda de Ramón García Domínguez, también en las tablas.
Ahora, ese intento por demostrar que su nombre es correspondido, que es honesto y nada bélico, le pertenece sobre el escenario al segoviano Juan Manuel Pérez, que en esa lid cuenta con dos importantes antepasados: José Sacristán y Manuel Galiana. Es decir, que la suya es una guerra complicada de batallar.
Le quedan siete noches por delante para ganarla. Para, con una buena dosis de humor negro y anís, contestar al doctor Burgueño, médico del sanatorio penitenciario, a cada una de sus preguntas. Para hablarle de sus genes y sus conflictos. De la libertad y de la responsabilidad. De la agresividad y de la sensibilidad. De Humán y de Otero.