L’om imprebís, cuestión de ser teatro
Si la cuestión sobre unas tablas es ser o no ser teatro, es importante decir que no todo ni todos los que suben a ellas lo son en su totalidad. Ni siquiera en la cartelera del Teatro Juan Bravo de la Diputación. Si la cuestión sobre unas tablas es ser o no ser teatro, es importante decir que muchos duermen, mueren, tal vez sueñan en el intento. No es el caso de L’om imprebís, que ayer actuó en Segovia representando ‘Hoy no estrenamos’. No es, ni mucho menos, el caso de Víctor Lucas, Santiago Sánchez, Carles Castillo y Carles Montoliu. No es, especialmente, el caso de estos dos últimos, capaces, con apenas nada, de mantener despierto al espectador, de dar vida a sensaciones muy dispares y de convertir en realidad la extraña mentira que es el teatro.
Lorca. Luque. Lolita. La Poncia.
Son muchos y muchas quienes, a lo largo de los últimos casi cien años, han dormido o han querido dormir junto a Federico García Lorca. Tumbarse en su barraca un rato. Un minuto. Un siglo. Soñar sus palabras e interpretarlas. Darles la vuelta. Mirarlas desde la misma perspectiva o, tal vez, desde alguna otra. Han repetido sus guiones y sus poemas, volviendo a darles voz y presente. Reviviéndolos para honrar el talento y la memoria del poeta granadino. Han sido, por lo tanto, muchos los osados que se han atrevido a querer adentrarse en su cabeza y pensamientos, en sus reflexiones y obsesiones, en sus musas y tormentos. Tarea complicada cuando se habla de un genio. Sin embargo, más difícil parece, no sólo entrar en la mente de Lorca, sino traspasarla e ir más allá; romper los muros gruesos de la casa de Bernarda Alba y colarse, durante cerca de una hora y media, en la cabeza de uno de sus personajes con más personalidad, La Poncia. Y ahí es donde Luis Luque ocupa su lugar; en la butaca más centrada del Teatro Juan Bravo de la Diputación de Segovia, en la sexta fila, desde la que ayer, sin apenas pestañear, observó a su Poncia, Lolita, estrenar por primera vez cada una de las palabras que, leyendo a Lorca, ha advertido en la garganta de la criada. Osado y seguramente acertado.
Selváticos animales
Para esas generaciones que crecimos sobre el pentagrama de sonrisas y lágrimas, entre los sesenta y los últimos coletazos de los ochenta, ser selváticos animales o rodearnos de seres salvajes en su comportamiento no es algo particularmente extraño. Seres que requieren algo de domesticación, de tacto en sus formas y empatía en su trato. Por eso, seguramente, ayer muchos nos reímos tanto entre las butacas del Teatro Juan Bravo de la Diputación con ‘Animales de compañía’; porque los personajes de Laura Galán, Iñaki Ardanaz, Mónica Regueiro, Jorge Suquet y Carmen Ruiz nos recordaron un poco a los tigres y víboras de cascabel que a lo largo de nuestra vida nos han hecho entender, poco a poco y a veces entre sonrisas y otras entre lágrimas, las leyes de la selva.
Los secretos de volver a ser
Cuando algo perdura en el tiempo, a pesar del relevo de generaciones, a pesar de la aparición de nuevas modas, a pesar, incluso, de los pesares de la vida, buscar la pócima, los secretos de esa longevidad, parece inevitable. Resulta incluso imprescindible. Porque en una vida en la que todo, hasta las opiniones, sobre todo las opiniones, muta en cuestión de segundos, encontrar esa respuesta es, o parece, absolutamente necesario. Cuando lo que perdura en el tiempo tiene, además, letra y melodía, cuando es música y sucede en medio de una vorágine de autotunes, sesiones de bases y rimas vacuas, la necesidad de dar con la fórmula de la pervivencia se vuelve imperiosa. Ayer, en el Teatro Juan Bravo, las cerca de quinientas personas que lograron hacerse con una de las entradas para Los Secretos, agotadas en apenas media hora el día de su puesta a la venta, regresaron a casa sabiendo los principales secretos que Álvaro Urquijo, Ramón Arroyo y Jesús Redondo manejan desde los años ochenta para ser, volver a ser y no dejar de ser El Grupo por excelencia de la música pop en castellano. Tanto para quienes Los Secretos fueron y siempre serán Enrique Urquijo y su banda, como para quienes la muerte del segundo de los Urquijo pilló adolescentes y fue la voz rasgada de Álvaro la que estuvo a su lado en las tardes de amiga mala suerte.
El grito del presente del Porvenir
Atrapados en el presente, entre la melancolía y el porvenir; entre lo que se extraña y lo que se anhela. Así se presentaban ayer ante el Teatro Juan Bravo de la Diputación los intérpretes de Impromadrid. Dejando a un lado la improvisación, sin meterse en ningún jardín y prescindiendo de cualquier entrevista; breve o larga. Que para improvisar ya está la vida, sobre todo a los treinta y tantos, y la diosa fortuna que la maneja; siempre dispuesta a hacer aparecer, de la nada, una carcajada en mitad del drama o una lágrima en toda buena comedia.